Enclavado sobre una colina con vistas privilegiadas al Cañón de Añisclo, Sercué es uno de los pequeños tesoros escondidos del Sobrarbe. Este diminuto núcleo de montaña, perteneciente al municipio de Fanlo, respira la serenidad de quienes han sabido vivir en equilibrio perfecto con el entorno. Aquí, el viajero encuentra un paisaje intacto, arquitectura tradicional y un silencio profundo que invita a la contemplación y al asombro.

Sercué es ideal para aquellos que buscan desconectar de la vida moderna y sumergirse en el Pirineo más auténtico. Sus pocas casas de piedra, sus calles empedradas y su iglesia románica forman una postal viva del pasado, en un entorno natural de belleza salvaje.


Un caserío detenido en la historia

El núcleo de Sercué mantiene una unidad arquitectónica excepcional: todas sus construcciones respetan los materiales y formas tradicionales de la zona, con piedra, madera y tejados de losa. Pasear entre sus muros centenarios es hacer un viaje al medievo pirenaico.

La Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, de origen románico lombardo, es uno de los mayores tesoros del lugar. Restaurada cuidadosamente, esta pequeña joya conserva su ábside original y ofrece unas vistas impresionantes al cañón y las sierras cercanas.

Sercué es, además, un ejemplo de respeto al medio: sus casas se rehabilitan de forma sostenible y su entorno se mantiene limpio, natural y protegido.


Naturaleza y rutas de senderismo

Sercué es un punto de partida excelente para rutas de senderismo que permiten adentrarse en algunos de los parajes más impresionantes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Desde el pueblo se puede acceder al sendero que lleva al Puente de San Úrbez, cruzando bosques de hayas, robles y pinos.

Otra ruta recomendada conecta Sercué con los pueblos cercanos de Nerín y Vió, entre antiguos caminos ganaderos y praderas donde pastan rebaños de ovejas. Estas rutas, poco transitadas, permiten disfrutar del paisaje en soledad, con el rumor del viento como única compañía.

En otoño, los colores del bosque convierten cada paseo en una experiencia mágica, y en primavera los prados estallan en flores de alta montaña.


Un refugio para el viajero auténtico

En Sercué no encontrarás tiendas ni bares. Aquí el lujo es otro: el silencio, la luz limpia, las noches estrelladas y la hospitalidad sencilla de quienes conocen bien el valor de su tierra.

Existen algunas opciones de alojamiento rural en las cercanías, perfectas para quienes desean pernoctar en un entorno de absoluta tranquilidad, integrados en el paisaje y en la historia.

Sercué es, en definitiva, un lugar para vivir despacio, para quienes entienden que viajar también puede ser una forma de reconectar con lo esencial.

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